Las desiertas abarcas

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Las desiertas abarcas

Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraba los días
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.

Por el cinco de enero
de la majada mía
mi calzado cabrero a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.

Poemas sueltos IV. Poesías completas.
Madrid: Aguilar, 1979, pp. 517-518
.

Este poema, publicado por primera vez en el diario Ayuda, el 2 de enero de 1937, nos trae de nuevo los recuerdos de infancia de Miguel, la época de su vida «más fea por malponiente y maloliente», como él mismo diría y su tono no tiene nada que ver con la sencillez pastoril de «En cuclillas ordeño» que presentamos al comienzo de este trabajo.

No en vano entre ambos poemas ha transcurrido no sólo una década sino sobre todo una amarga existencia marcada por acontecimientos trágicos como la reciente muerte de su primer hijo y los horrores de la guerra. Si a mediados de los años veinte –cuando escribió «En cuclillas ordeño»– conservaba aún un recuerdo hermoso de sus años de cabrero, en plena Guerra Civil la evocación de aquellos años de inocencia infantil se ven enturbiados por sus convicciones y reivindicaciones proletarias.

Se sirve de un acontecimiento aparentemente gozoso –la llegada de los Reyes Magos– para esbozar una amarga queja contra los distintos estamentos del poder que se muestran ajenos a la miseria de gran parte de la población:

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas
.

Las condiciones en las que vivía representaban la más miserable de las existencias de la España rural:

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío
.

Con amarga delicadeza expresa la ilusión con la que colocaba sus humildes abarcas en la ventana con la ingenua esperanza de que por fin aquella noche «fuera el mundo entero / una juguetería«.

Pero la llegada del alba representaba la ruptura de toda ensoñación porque sus abarcas permanecían «sin nada, / mis abarcas desiertas«. Aquella situación injusta le hacía rebelarse con furia entre lágrimas y rabia –»rabié de llanto, hasta / cubrir de sal mi piel«– y reclamar la llegada de un mundo más solidario y de unos seres humanos más tiernos y comprensivos con el otro.

Patetismo y nostalgia infantil para emplear la poesía como un medio de reivindicación y redención contra la condición social de los desfavorecidos. Desde lo anecdótico y emotivo de la esperanza infantil en un amanecer rico en regalos hasta lo cercano y conmovedor de quien alza su voz poética y ciudadana para luchar contra la injusticia social.

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HORMIGA DEL COSMOS

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