Y a ti, ¿dónde te tocó nacer?

En el Día Internacional para la Erradicación de la PobrezaAzarHablar, desde Occidente –las sociedades industriales del Norte–, de la pobreza y la marginación, de la miseria y las desigualdades sociales, pudiera parecer algo ya históricamente superado. No es así. Lo confirman los millones de pobres a los que me referiré: los involuntarios –pues no han elegido su estado– y prácticamente perpetuos –sumidos en la trampa que tiende la pobreza–. De los 7.660 millones de humanos que pueblan la Tierra, solo 1.200 millones viven en el hemisferio Norte o desarrollado; el resto lo hacen en países del Tercer Mundo, subdesarrollado: basta recordar el continente africano –Etiopía, Somalia, Ruanda, Chad– o las grandes áreas de América Latina o Asia –Bangladesh, India–, estados que viven en medio de una pobreza absoluta –personas que carecen de comida y abrigo–.

No obstante, la pobreza y el empobrecimiento también aparecen en bastantes regiones, comarcas y pueblos de occidente; referidos a España, Andalucía o Extremadura son claras manifestaciones.

Desigualdades humanas y empobrecimiento son conceptos diferentes, aunque ambos guardan una relación directa. Las desigualdades establecen diferencias sociales (de estatus o clase social o diferencias étnicas, religiosas). El empobrecimiento, además, genera hambre, miseria, necesidades primarias insatisfechas, injusticia y violencia.

Con otros términos, a las puertas del siglo XXI, la cuestión no es únicamente preguntarse si aún existen desigualdades sociales y empobrecimiento, en el sentido integral del término, sino también analizar por qué entre ricos y pobres las diferencias son cada vez más dilatadas e insalvables; por qué los pobres son cada vez más pobres. El capitalismo moderno ha aumentado el número de ricos y ha mantenido a un alto porcentaje de familias en la mitificada «clase media» (la séptima parte de los seres humanos); en el siglo XVI no había el 1% de «ricos», en términos simbólicos. Sin embargo, apenas ha mejorado el sector de la población mundial más miserable y desfavorecido, que continúa superando el 30% de la humanidad: es el grave problema del subdesarrollo. Sin olvidar que, al mismo tiempo, en el propio capitalismo occidental también se han creado más pobres. Es lo que se ha dado en llamar el Cuarto Mundo. En Estados Unidos se calculan unos 36 millones de pobres; unos 18 millones en la Europa Occidental. En el mundo hay al menos en extrema pobreza unos mil millones de seres humanos.

¿Por qué no se erradica en la actualidad la pobreza, si es objetivamente evitable? Será porque los pobres son y han sido siempre necesarios –económica, social, política, moral, religiosa y militarmente– para la supervivencia del mundo moderno; un mundo que camina, como siempre (al menos desde el siglo XVI), guiado por los dictámenes que interesan a las clases dominantes, que en la actualidad no son otras que las clases (=intereses) internacionales de las multinacionales. Aun sabiendo que el sistema mundial capitalista no debe conceptualizarse como un ente inmutable, sino como algo en continuo cambio, aunque con algunas características básicas permanentes.

Los términos pobrepobreza o empobrecimiento no han sido nunca uniformes, sino que, según los períodos históricos, teniendo en cuenta las variables económicas, sociales, políticas, militares e incluso morales y religiosas, han ido variando y tomando diferentes connotaciones. De aquí la amplitud y diversidad del concepto, que, en definitiva, refleja un estado de diversos tipos de carencias de, al menos, alguna clase de bienes importantes para la vida social e individual. La pobreza es un estado de debilidad, de dependencia, de subordinación o humillación, respecto a la privación de medios para conseguir la subsistencia, pero una existencia humanamente digna; medios de todo tipo: económicos, sociales, de poder o saber, de salud, de honra, etc., aunque no han de faltar todos en la misma persona.

Por tanto, la pobreza no se puede considerar como un modelo único y absoluto, será siempre un criterio relativo, pero nunca podremos desligarlo de la noción de diferencia, de insuficiencia, de carencia en las necesidades básicas (de desigualdades humanas económicas). Carestía de un bien que cualquiera desea poseer –pues en verdad lo necesita– y del cual el pobre escasea o no tiene (los bienes, como veremos, van cambiando según la mentalidad social vigente en cada período histórico). Por ello, es una dificultad siempre añadida tener que ir determinando en cada momento qué se entiende por la noción «necesidad básica», sobre todo cuando se quiere llegar a acuerdos universales al respecto. Así, el debate sobre estas y otras cuestiones metodológicas es bastante conocido (Piachaud 1987; Coulter 1989; Deeleck-van den Bosch 1990) y difícilmente se cerrará, ya que aparece como un callejón sin salida. Es lo que podríamos llamar el principio de indeterminación de la pobreza.

No obstante, una aproximación al término podría quedar, grosso modo, así: «una situación forzosa o voluntaria, permanente o temporal, de debilidad, de dependencia y de humildad, caracterizada por la privación de medios, cambiantes según las épocas y las sociedades, relativos al poder y a la consideración sociales: dinero, fuerza, influencia, ciencia o calificación técnica, honorabilidad de nacimiento, vigor físico, capacidad intelectual, libertad y dignidad personales» (Mollat 1978: 10). Aquí me refiero, como dije, a los pobres forzosos, permanentes y privados de los bienes económicos y sociales básicos. Sin entrar en discusiones semánticas, es pobre quien tenga insatisfechas sus necesidades básicas de forma permanente e involuntaria. F. Javier Amérigo Moreno, sociólogo.

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